Cómo preparar la mochila del peregrino: consejos esenciales para el Camino de Santiago

1. El peso importa: carga inteligente

El peso es uno de los mayores enemigos del peregrino. Una mochila demasiado cargada puede hacer que la ilusión de los primeros días se convierta en un suplicio. Por eso, la recomendación de no superar el 10 % de tu peso corporal no es un capricho, sino un consejo médico y práctico que miles de caminantes confirman año tras año. Si pesas 70 kilos, tu mochila no debería pasar de 7 kilos.

Recuerda que todo lo que metas en la mochila lo tendrás que cargar día tras día, kilómetro tras kilómetro. Muchas veces, lo que creemos imprescindible acaba siendo prescindible en la práctica. Una buena idea es hacer una lista de lo que piensas llevar y, una vez preparada la mochila, eliminar al menos un par de cosas.

También conviene organizar las etapas sabiendo que en prácticamente todos los pueblos encontrarás supermercados, farmacias y tiendas. No necesitas cargar con comida o material de repuesto “por si acaso”, ya que el Camino está muy bien abastecido.


2. Escoge bien la mochila

No todas las mochilas son iguales, y elegir la adecuada puede marcar la diferencia entre disfrutar del Camino o sufrir dolores de espalda. Una capacidad de entre 30 y 45 litros es suficiente: más pequeña te obligará a prescindir de cosas útiles, y más grande será una tentación para llevar peso innecesario.

Busca siempre mochilas ergonómicas con un buen cinturón lumbar, ya que gran parte del peso debe recaer en la cadera y no en los hombros. Comprueba que tenga hombreras acolchadas, sistema de transpiración en la espalda y varios bolsillos de fácil acceso.

Un truco útil es probar la mochila con peso en una tienda especializada y caminar durante unos minutos. Así comprobarás si se adapta bien a tu cuerpo y si es cómoda para trayectos largos. Piensa que vas a convivir con ella durante muchos días: debe ser casi como una extensión de ti mismo.


3. Calzado: comodidad y respaldo

El calzado es probablemente el elemento más importante de todo el equipamiento del peregrino. Unas botas o zapatillas mal elegidas pueden arruinar tu experiencia con ampollas, rozaduras o dolores en pies y tobillos. La regla de oro: nunca estrenes calzado en el Camino. Usa siempre zapatos ya amoldados a tu pie y con los que hayas hecho caminatas largas.

Si eliges botas de trekking, asegúrate de que sean ligeras, transpirables e impermeables. Muchos peregrinos, en cambio, prefieren zapatillas de senderismo, ya que son más frescas y flexibles, sobre todo en verano. La clave es que tengan buena suela y soporte para terrenos irregulares.

Además del calzado principal, lleva unas sandalias o zapatillas ligeras. Serán tu salvación al llegar al albergue, para ducharte o simplemente para dejar descansar los pies después de una larga jornada. No subestimes el alivio que supone cambiar de calzado tras caminar 20 o 30 kilómetros.


4. Ropa práctica y funcional

Cuando se trata de ropa, menos es más. Llevarás pocas prendas, pero deben ser cómodas, técnicas y fáciles de lavar. Opta por camisetas transpirables que se sequen rápido, evitando el algodón, ya que retiene el sudor y tarda en secar. Con dos o tres camisetas tendrás más que suficiente, alternando entre lavado y uso.

Los pantalones convertibles son una opción muy popular porque permiten adaptarse al clima sin necesidad de cargar con prendas extra. En verano, unos shorts ligeros bastarán, mientras que en primavera y otoño conviene incluir al menos un pantalón largo.

No olvides ropa interior técnica y calcetines específicos de senderismo, que ayudan a reducir rozaduras y mantienen los pies más secos. Tres o cuatro pares son suficientes. Y siempre incluye una prenda de abrigo ligera, como un forro polar, incluso en verano, porque las mañanas en León y Galicia pueden ser frescas.


5. Accesorios importantes

Los accesorios pueden parecer secundarios, pero son los que marcan la diferencia en tu día a día. Una gorra o sombrero con visera será tu mejor aliado contra el sol, mientras que un buff o pañuelo multiusos sirve tanto para el cuello como para proteger la cabeza.

Una capa de lluvia amplia que cubra tanto tu cuerpo como la mochila es mucho más práctica que los típicos impermeables cortos. También puedes usar una funda impermeable específica para la mochila. El clima en el Camino es cambiante, y nunca sabes cuándo puede sorprenderte una tormenta.

Otros accesorios recomendables son unas gafas de sol con buena protección UV, bastones de trekking (ayudan a las rodillas en las bajadas) y una navaja multiusos ligera. Todos estos objetos ocupan poco espacio y resultan de gran ayuda.


6. Documentación esencial

Sin documentación, no hay Camino. El pasaporte o DNI es imprescindible para alojarte en albergues, y la credencial del peregrino es tu pasaporte espiritual, con el que irás sellando cada etapa hasta llegar a Santiago. Sin ella, no podrás obtener la Compostela al llegar a la Catedral.

Guarda siempre estos documentos en una bolsa impermeable o funda estanca, junto con una tarjeta bancaria y algo de dinero en efectivo. En muchos pueblos pequeños todavía no aceptan pagos con tarjeta.

Un consejo práctico es llevar una fotocopia de tus documentos en otro lugar de la mochila, o incluso escanearlos y guardarlos en tu correo electrónico. Así estarás prevenido en caso de pérdida o robo.


7. Higiene y cuidado personal

Un neceser compacto y bien pensado puede ahorrarte mucho peso. Incluye un cepillo y pasta de dientes, jabón en pastilla (sirve para cuerpo y ropa), desodorante y una toalla de microfibra que ocupa poco y seca rápido. No cargues con botes grandes, opta siempre por envases pequeños o rellenables.

La protección solar es fundamental, incluso en días nublados. Añade también vaselina o crema antirozaduras, que será tu mejor aliada para prevenir ampollas y rozaduras en pies y muslos.

En cuanto al botiquín, lo básico suele ser suficiente: tiritas, gasas, esparadrapo, aguja e hilo para ampollas, ibuprofeno o paracetamol y algún antiinflamatorio tópico. Todo lo demás lo encontrarás fácilmente en farmacias del Camino.


8. Organización interna y protección

La organización de la mochila es clave para caminar con comodidad. Usa bolsas estancas o de tela para dividir ropa limpia y sucia. Así no solo evitas el desorden, también proteges tus prendas en caso de lluvia.

Coloca los objetos más pesados cerca de la espalda y a media altura para equilibrar la carga. Los objetos que uses con más frecuencia (botella de agua, gorra, crema solar) deben ir en bolsillos exteriores o zonas de fácil acceso.

Un consejo adicional: enrolla la ropa en lugar de doblarla, ocupará menos espacio y se arrugará menos. Y siempre deja un pequeño espacio libre para la comida o recuerdos que puedas recoger durante la ruta.


9. Lo que agradecerás haber traído (y lo que podrías dejar en casa)

Muchos peregrinos coinciden en que lo más agradecido de llevar fue algo tan simple como un par de tapones para los oídos. Los albergues suelen estar llenos y compartir habitación con decenas de personas significa convivir con ronquidos y ruidos nocturnos.

Otro objeto útil es una linterna frontal: ligera, pequeña y muy práctica si sales a caminar temprano o necesitas moverte de noche en el albergue sin molestar a los demás.

Por el contrario, lo que casi siempre sobra es ropa de más. La mayoría de peregrinos confiesan que acabaron enviando a casa camisetas extra, chaquetas pesadas o incluso libros. En el Camino cada gramo cuenta, y lo innecesario se convierte en una carga.


10. Consejos de otros peregrinos

Hablar con peregrinos veteranos siempre aporta aprendizajes valiosos. Muchos recomiendan no obsesionarse con el peso perfecto o la lista ideal, sino estar dispuesto a adaptarse y aprender durante el recorrido. El Camino enseña a ser flexible y a valorar la sencillez.

Un consejo habitual es comenzar cada jornada temprano, cuando el sol todavía no aprieta. Caminar ligero y sin prisa permite disfrutar más de los paisajes y del ambiente de los pueblos.

Por último, casi todos coinciden en que lo más importante no es lo que llevas en la mochila, sino la actitud con la que afrontas el Camino. Una sonrisa, un “¡Buen Camino!” y la disposición a compartir con otros son los elementos más valiosos que puedes cargar.


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